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Las siete leyes del éxito
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-¿Ves ese dinero, muchacho?
-¡Sí señor! -me contestó con los ojos brillantes de
expectación.
Después de asegurarme que él estaría de guardia a las
6:30 de la mañana siguiente, le dije:
-Si aporreas la puerta a las 6:30 hasta que yo te deje
entrar, si te quedas en el cuarto e impides que regrese a la
cama, y si no te vas hasta que me haya vestido, será tuyo el
medio dólar.
Descubría que esos botones, con tal de obtener la
propina, estaban dispuestos a luchar y hasta pelear conmigo
para evitar que me volviera a acostar. Así, con ese aguijón que
me hizo
levantarme
y
movilizarme,
¡acabé con el hábito de la
somnolencia matutina!
Muchos trabajadores nunca se superan en su empleo
porque les falta
EMPUJE.
Se detienen, trabajan lentamente, se
aletargan y descansan cuanto les es posible. En otras palabras,
si no tuvieran un patrón que los
impulsara,
probablemente
morirían de hambre. Tales trabajadores nunca se convertirían
en agricultores prósperos, porque un agricultor que busca el
éxito tiene que levantarse temprano y trabajar hasta tarde,
impulsándose siempre a sí mismo. Esta es la razón por la cual
muchas personas tienen que trabajar para otros. Por cuanto
no confían en sí mismos, otros, con más energía y visión,
tienen que impulsarlos.
Sin
energía, brío
y
EMPUJE,
no podemos esperar alcanzar
el verdadero éxito.
La ley número cinco: para emergencias
Se podría suponer que si uno tiene un objetivo, y con él la
ambición para lograrlo, y que si después se entrena, se educa y
trata de perseguir su objetivo, se mantiene en buen estado de
salud y se impulsa constantemente hacia su meta, estaría en
posición de alcanzarlo.
Sin embargo, por indispensables que sean estas cuatro
leyes, no son suficientes.
Nos enfrentamos constantemente a peligros, obstáculos,
problemas imprevistos o reveses. Podemos estar procediendo
con toda la exactitud requerida, cuando de repente
¡ZAS!
... se presenta una complicación imprevista, surge algún