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Las siete leyes del éxito
menos de 30 años de edad, equivalente a la de un ejecutivo.
Casi el 90 por ciento de mis ingresos provenían de cinco o
seis compañías, pero la mayoría de ellas "se hundieron",
pues habían entrado en manos de síndicos.
Más tarde, en 1926, un negocio publicitario que yo
había iniciado se esfumó de la noche a la mañana debido a
factores y decisiones completamente fuera de mi control.
Un proyecto de un millón de dólares se hundió en la nada
como resultado de la quiebra en el mercado de valores y la
depresión económica de 1929. Pero no me rendí ni renuncié
a la vida. ¡Fue entonces cuando la
META
de mi vida sufrió un
cambio!
Durante los dos primeros años de su existencia, la
Institución Ambassador se enfrentó constantemente a amena–
zas de derrota. Casi todos pensaban que estábamos acabados,
que habíamos fracasado. ¿Por qué, se preguntaban, no me
daba cuenta y desistía? En esos tiempos tenía que oír a mis
socios hablar constantemente de "cuando esta institución se
desplome".
Mas
¡no se desplomó!
Para el año de 1949 habíamos
superado nuestra primera crisis financiera. Más tarde, la
segunda. Hoy, creo que muy bien podemos decir que la
Institución Ambassador es ciertamente ¡un
ÉXITO
glorioso! Y
nuestras demás operaciones se llevan a cabo a gran escala por
todo el mundo.
Todavía necesitamos la séptima ley
Ahora
parecería que si aplicáramos estas seis leyes del
éxito, no faltaría ningún elemento necesario para alcanzar el
éxito.
Ciertamente, los hombres de "éxito" que hemos descrito
aplicaron estos seis principios. Alcanzaron sus metas, ganaron
mucho dinero, se volvieron importantes y disfrutaron de los
placeres pasajeros.
No obstante, aun con todo ese "éxito", sus vidas estuvie–
ron vacías. Nunca estuvieron satisfechos sino descontentos.
Jamás encontraron la
felicidad
duradera, permanente e
imperecedera. No se llevaron sus pertenencias cuando murie–
ron y ¡su fama pereció con ellos!
Lo que les faltó es lo mismo que les falta a
TODOS
los que