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Cómo Resolver las Discusiones de Familia
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Respondamos estas preguntas
Esposos, ¿acaso todos ustedes tratan a su esposa
diligente, fiel y honestamente delante de Dios, con el mismo
cuidado, misericordia, amor, consideración y consciente solicitud
por
su bienestar
-
así como Cristo lo hace por su Iglesia?
¿Tienen ustedes cuidado de ellas, las protegen, les proveen
lo necesario, las aman (y amor significa cuidado extremo) en la
forma que, según ustedes saben, lo hace Cristo con su Iglesia?
Lo más probable es que todos ustedes, los hombres, ten–
drán que responder unánimemente que les falta mucho para
cumplir con esto.
Y ustedes
esposas
¿acaso cada una de ustedes absoluta–
mente honra, respeta, estima altamente a su marido, y hasta le
tiene un poquito de "temor reverencial"? ¿Lo consideran y lo
tratan con la deferencia y el respeto que ustedes prodigarían a
Jesucristo mismo en la carne? ¿Están ustedes tan interesadas
en la inspiración, la ayuda, la productividad y el crecimiento
de su esposo, que le son ustedes una constante
ayuda,
una com–
pañía estoica y firme,
y
una diaria inspiración?
¿Tienen ustedes gran temor de regañarlo, reñirle, impor–
tunarle, de la misma manera que temerían regañar a Dios
mismo?
Duras preguntas son éstas, ¿verdad? Sí, pues todos
y
cada
uno de nosotros quedamos muy cortos en estas cosas.
Pero no debiera ser así.
La fórmula para el amor
Conocer el gobierno del hogar - estar de
acuerdo
con él,
como seguramente todos ustedes lo están-
no basta.
Ustedes
tienen que saber cómo deben hacerlo efectivo.
Primero, permítame darle el proceder que usualmente se
sigue cuando surge una discusión en la familia.
Generalmente uno de los cónyuges ha hecho algo que es
egoísta, inconsiderado, irreflexivo, o hasta deliberadamente malo.
Inmediatamente el otro cónyuge, no importa cual sea el
sexo, empezará a reñir, a importunar, a regañar y a censurar
las acciones de su consorte. Esta censura
y
reprensión solamente