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Un mundo secuestrado
La Iglesia de Dios empezó con un solo hombre: el segundo
Adán, Jesucristo. Él expandió la Iglesia a los 12 que Él mismo
escogió, llamó e instruyó. Durante su ministerio, Dios llamó a
otros, quienes creyeron el mensaje del evangelio y lo siguieron.
Aun entre éstos, varios lo siguieron por algún tiempo y luego
se retiraron. En el día de Pentecostés alrededor de 120
recibieron el Espíritu Santo de Dios. Éstos habían sido
bautizados y se convirtieron en hijos engendrados (pero no
nacidos aún) de Dios.
Después de tres años y medio de ministerio, Jesús se
entregó como rescate para ser crucificado y pagar la pena por
todos los pecados de todo ser humano, a condición de que
cada uno, a su debido tiempo, se arrepintiera, creyera, creciera
en la gracia y en el conocimiento de Dios, venciera y
perseverara hasta el fin de su vida.
Jesús les dio a sus apóstoles la comisión de enseñar a
otros, a cuantos Dios llamara. A todo lo largo del Nuevo
Testamento se enseña que úNICAMENTE aquellos a quienes
Dios escoge y llama espiritualmente pueden venir a Él por
medio de Jesús. Jesús dijo: "Ninguno puede venir a mí, si el
Padre que me envió no le trajere" (Juan 6:44).
Aquellos que han sido llamados y escogidos por Dios para
su reino, fueron llamados a salir del mundo y a apartarse (11
Corintios 6:17). Jesús no vivió según los caminos y costumbres
de este mundo. Tampoco los llamados deben ser parte de este
mundo.
El perverso mundo actual de Satanás, el mundo secues–
trado, tuvo su fundamento en el primer Adán. Fue al
PRINCIPIO de este mundo (Apocalipsis 13:8) cuando Dios
decretó que Jesús, como el Cordero de Dios, viniera a pagar el
precio del rescate.
Durante su ministerio terrenal, Jesús comparó este
mundo con un edificio. En Efesios 2:20-22 la Iglesia se
asemeja a un edificio.
Refiriéndose a este mundo perverso, Jesús dijo que
estaba edificado sobre la arena del camino satánico de
vanidad, codicia, envidia, celos, competencia, contienda,
violencia, rebelión, disputa, infelicidad, sufrimiento y muerte.
jESTE MUNDO ESTÁ CONDENADO ADERRUMBARSE! Y grande será
su ruma.