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xii
El misterio de los siglos
estar seguro por pruebas contundentes, no por ilusiones o por
suposiciones hechas a la ligera.
Después de muchos meses de estudiar prácticamente día
y
noche, las respuestas me fueron reveladas con pruebas
contundentes y absolutas. Ya no daba por sentada la existen–
cia de Dios de una manera descuidada por el simple hecho de
haberlo oído o porque me lo hubieran enseñado. Encontré
pruebas absolutas e irrefutables de la existencia del supremo
Dios creador y también de la autoridad absoluta de la Santa
Biblia como la Palabra de Dios: el mensaje
y
conocimiento de
Dios revelados a la humanidad. Me di cuenta de que la Biblia
es un libro escrito en cifra que contiene las respuestas a los
grandes misterios que desconciertan a la humanidad.
La
revelación de estos misterios se perdió aun para la
Iglesia de Dios, si bien fue conservada en los escritos de la
Biblia. Entonces ¿por qué no la ha entendido el mundo?
Porque la Biblia fue escrita en cifra y Dios dispuso que no
se entendiera hasta nuestros días, hasta esta segunda mitad
del siglo 20.
En mi estudio de la Biblia, que se prolongaba hasta altas
horas de la noche, aprendí por qué es el libro más incompren–
dido de todos, aunque es el de mayor venta. La verdad o expli–
cación completa de cualquier tema rara vez se revela en un solo
pasaje. Otras porciones, factores o aspectos de un tema por lo
general se encuentran en varios otros pasajes en otras partes de
la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Se
puede lograr una comprensión total y verdadera de un tema sólo
cuando varios otros pasajes, que se encuentran en diferentes
partes de la Biblia, son colocados juntos.
Ante mis ojos atónitos se abrían nuevos horizontes de
comprensión y conocimientos ... conocimientos que para la
mayoría de las personas han seguido siendo los
más
grandes
misterios. Pero ese mismo libro dice que precisamente en los
días de nuestra generación, este gran misterio se despejaría.
Y para sorpresa mía, así fue.
Aprendí que la Biblia es como un rompecabezas, con
millares de piezas que deben unirse. Y estas piezas sólo
encajan de una manera. Entonces el cuadro aparece despe–
jado y cristalino a los ojos de quienes estén dispuestos a creer
las palabras de Dios, nuestro Creador.