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El misterio de los siglos
llevar la verdad en uno de los períodos más difíciles de la
historia:
la
Edad Media.
El poder y
la
influencia de
la
gran iglesia universal se
extendían a lo largo y ancho del mundo, alejando aun más a
quienes seguían aferrados a la verdad de Dios. Éstos nunca
estuvieron lejos de la amenaza de persecución y martirio.
Así, fueron muy pocos los cristianos de Pérgamo que se
mantuvieron fieles.
Mil años después de
la
fundación de la Iglesia, el rema–
nente agotado de la era de Pérgamo pasó a
la
historia.
La era de Tiatira empezó con vigor, predicando el arre–
pentimiento en los valles alpinos del sur de Francia y el norte
de Italia. Muchos escucharon y se convirtieron.
Las autoridades religiosas reaccionaron a este desafio
deteniendo a los dirigentes de la verdadera Iglesia y martiri–
zando a algunos.
Muertos sus primeros líderes, la Iglesia entró en una
etapa de decaimiento temporal, pero surgió nuevamente bajo
el liderazgo dinámico de Pedro Waldo. Durante varios años
en el siglo 12, estos waldenses florecieron en los valles alpinos
donde predicaban la poca verdad que tenían, y redactaban y
copiaban a mano folletos y artículos (la imprenta aún no se
había inventado).
Tal como lo profetizó Jesús, los de la era de Tiatira
tuvieron fe y trabajaron duro. Sus últimas obras fueron
mayores que
las
primeras.
Pero nuevamente surgió
la
persecución, y la Inquisición
dejó sentir toda su fuerza en los valles pacíficos que alguna
vez fueron refugio para
la
obra de Dios.
Muchos de los que quedaron empezaron a adoptar las
costumbres y tradiciones del mundo que los rodeaba. Para
entonces, había en Europa muchos grupos dispersos que se
decían cristianos.
Mientras tanto, el mundo estaba cambiando. Ya se había
inventado la imprenta y el conocimiento empezó a aumentar.
La
Reforma Protestante quebrantó el monopolio de la iglesia
de Roma.
Mientras las guerras religiosas sacudían el continente
europeo en la Edad Media, muchos refugiados huyeron a la
relativa seguridad y tolerancia de Inglaterra, entre ellos miem-