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El misterio de los siglos
de chacales, en su guarida, será lugar de cañas y juncos"
(lsaías 35:6-7).
Léase todo el capítulo 35 de Isaías.
Dios dice: "Se alegrarán el desierto y la soledad; el yermo
se gozará y florecerá como la rosa. Florecerá profusamente,
y también se alegrará y cantará con júbilo ..." (versículos
1-2).
Hace algunos años, en un hondo valle árido y polvoriento
allá en California, se produjo un leve movimiento sísmico.
Los propietarios de cierto lugar de recreo que tenía muy poca
clientela debido a la sequedad de la región, estaban pensando
cerrar el negocio y trasladarse a otra parte.
De un momento a otro, los áridos cerros crujieron y se
sacudieron. Poco después de que los propietarios sintieron
agitarse la tierra bajo sus pies, oyeron un suave gorgoteo.
Corrieron hacia el lecho polvoriento de lo que había sido un
riachuelo que cruzaba la propiedad, y cuál no seria su asom–
bro al encontrar allí una
corriente de agua.
Poco a poco el
lodo se fue precipitando, y el agua resultó cristalina y pura,
fresca y deliciosa para beber. Sobra decir que el negocio cobró
nuevo ímpetu.
El movimiento sísmico había abierto una fuente de agua
subterránea y ésta empezó a fluir por el viejo cauce.
Pensemos en las grandes zonas desérticas de la tierra.
¿Parece inconcebible que Dios las haga florecer como la rosa?
¿Por qué no ha de ser posible?
Las montañas se
formaron.
En un momento dado, gran–
des fuerzas solevantaron la corteza terrestre causando enor–
mes grietas y deslizamientos. Pronto se levantaron bloques
masivos de granito mientras la tierra temblaba y se sacudía
presa de los terremotos más violentos de la historia. Las
montañas se formaron, no aparecieron "porque sí".
El Dios de todo poder, que formó los cerros y los montes
(Amós 4:13; Salmos 90:2), dará nueva forma a la superficie
de la tierra.
Leamos acerca de los formidables terremotos del futuro,
los cuales rehabilitarán grandes extensiones de la superficie
terrestre (ver Apocalipsis 16:18; Zacarias 14:4). Dios dice:
"Los montes tiemblan delante de él, y los collados se derri–
ten ..." (Nahum 1:5).