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El misterio del reino de Dios
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La
tierra bajo el mar
El hombre ha descubierto que gran parte de la riqueza
del planeta se halla bajo el mar. Petróleo, oro, plata y decenas
de minerales yacen bajo la profundidad de los vastos océanos,
inaccesibles para el hombre. El agua marina contiene mucho
oro y la mayor parte de las reservas auríferas del mundo se
encuentran debajo del mar.
Muchas partes de la tierra sufren los estragos de
las
mareas, el golpe incesante del agua que va erosionando la
tierra. Las zonas bajas de Europa, especialmente Holanda,
están formadas en gran parte por tierras reclamadas al mar.
Imaginemos los millones de hectáreas que quedarían
disponibles para el hombre si lográramos reducir el tamaño
de los océanos. ¡Y Dios dice que se hará! Veámoslo: "Y secará
el Eterno la lengua del mar de Egipto; y levantará su mano
con el poder de su espíritu sobre el río, y lo herirá en sus siete
brazos, y hará que pasen por él con sandalias" (lsaías 11:15).
Parece increíble, ¡pero es cierto!
Cuando Jesucristo sea el gran gobernante de la tierra,
aprovechará su poder. Juan tuvo una visión en que los
ángeles alababan a Cristo a su regreso, diciendo: "Te damos
gracias, Señor Dios Todopoderoso, el que eres y que eras y
que has de venir, porque has tomado tu gran poder, y has
reinado" (Apocalipsis 11:17).
La correcta educación en materia de salud y la curación
de todas las enfermedades cuando haya arrepentimiento,
producirán un estado de salud perfecto.
Así lo describe Dios: "Porque ciertamente allí será el
Eterno para con nosotros fuerte, lugar de ríos, de arroyos
muy anchos, por el cual no andará galera de remos, ni por él
pasará gran nave. Porque el Eterno es nuestro juez, el Eterno
es nuestro legislador, el Eterno es nuestro Rey; él mismo nos
salvará ... No dirá el morador: Estoy enfermo; al pueblo que
more en ella le será perdonada la iniquidad" (lsaías 33:21-22,
24).
Ahora veamos esta maravillosa promesa: "Fortaleced las
manos cansadas, afirmad las rodillas endebles. Decid a los de
corazón apocado: Esforzaos, no temáis; he aquí que vuestro
Dios viene con retribución, con pago; Dios mismo vendrá, y