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El misterio del reino de Dios
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cos. Pero sí habrá adornos preciosos para el capitolio: el
templo donde morará Cristo.
Habrá un patrón fijo y los valores de la moneda no
cambiarán. No habrá más especulación ni aprovechamiento
de la capacidad ajena.
Nadie volverá a enriquecerse invirtiendo en las labores y
capacidad creativa de otros. No habrá más mercados de
valores, bancos mundiales, centros financieros, compañías de
seguros, compañías hipotecarias, agencias de préstamos ni
pagos a plazos.
En el gobierno de la abundancia encabezado por Jesu–
cristo, la gente comprará solamente lo que necesite y cuando
tenga con qué pagar. No habrá intereses y no habrá más
impuestos.
El sistema del diezmo
Hoy los gobiernos toman para sí hasta el 40, 50 y aun el
90 por ciento por concepto de impuestos sobre herencias,
renta, gravámenes ocultos y toda una serie de imposiciones
nacionales y locales.
Dios exige apenas el 10 por ciento. Y con este 10 por
ciento financiará toda la administración gubernamental, edu–
cativa y espiritual del mundo.
"¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis
robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado?" Y Dios
responde: "En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con
maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado.
Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa;
y probadme ahora en esto, dice el Eterno de los ejércitos, si
no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre
vosotros bendición hasta que sobreabunde" (Malaquías 3:8-
10). Esta es una profecía para nuestros días.
¡Qué gran bendición será esta! Las cargas económicas
que agobian a la gente hoy habrán desaparecido. Dios dice
que las bendiciones económicas serán para
todos.
Eliminadas las pérdidas que hoy sufren las fábricas,
tiendas y empresas por concepto de robo, accidentes, descom–
posición y daños debidos a los elementos, las mercancías
podrán venderse a mucho menor precio ... y con mayores
utilidades.