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El misterio de los siglos
Una experiencia única
El estudio que hice fue muy diferente del que hacen los
estudiantes en un seminario. Estos absorben lo que se les
enseña de acuerdo con las doctrinas de su religión. La educa–
ción se ha convertido en cuestión de memoria. El niño, y el
adulto también, tiene que aceptar y memorizar todo lo que se
le enseña.
Por ejemplo, a uno de mis nietos en la escuela primaria
le preguntaron:
-¿Quién descubrió América?
-Los indios -respondió el chico sin vacilar. La maestra
se mostró sorprendida:
-No -repuso-. ¿No sabes que América fue descu–
bierta por Cristóbal Colón?
-No, señora. Los indios ya estaban aquí para recibirlo
cuando él llegó.
Por su respuesta, el chico recibió un cero y una adverten–
cia. Debía recordar siempre lo que el libro dice: ¡que Colón
descubrió América!
Al estudiante universitario o de secundaria se le califica
según su capacidad para memorizar y creer lo que le enseña
el texto, el profesor o el instructor.
En la primera maqueta que hice de
La
Pura Verdad
en
1927 (siete años antes de que se llegara a publicar el primer
número), le pedí a un artista que dibujara un aula y los niños
sentados ante sus pupitres, cada uno con un embudo en la
cabeza. El maestro, jarra en mano, vertía su propaganda
preconcebida en cada cabecita.
En un seminario metodista, los estudiantes reciben en su
mente la doctrina y las enseñanzas metodistas. Al seminarista
católico se le enseñan
las
doctrinas de la Iglesia Católica. El
alumno de un seminario presbiteriano absorbe las ideas pres–
biterianas. De igual modo, un estudiante de historia en Ale–
mania recibe cierta versión de las dos guerras mundiales,
mientras que el estudiante norteamericano recibe otra ver–
sión enteramente distinta.
Pero a mí me había llamado el Dios viviente. Lo que yo
me había propuesto demostrar era todo lo contrario de lo que
hallé clara e irrefutablemente en la Biblia. Jesucristo me