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La
revelación de los siete misterios
21
enseñó lo que yo no quería creer; Él me lo reveló como
verdad.
Jesucristo es la Palabra de Dios
en persona.
Él instruyó
personalmente a los 12 apóstoles originales y al apóstol Pablo.
La Biblia es la
misma
Palabra de Dios
impresa.
Así, el mismo
Jesucristo que instruyó a los primeros apóstoles empezando
en el año 27 de nuestra era fue el que me instruyó a mí 1.900
años más tarde, a partir de 1927.
Debo agregar aquí que mi estudio de la revelación divina
no se ha suspendido jamás. Más tarde, Cristo me utilizó para
fundar tres centros de estudios superiores: dos en los Estados
Unidos y uno en Inglaterra. Gracias al estudio constante, la
labor educativa y la colaboración con los profesores de teolo–
gía guiados espiritualmente, mi mente ha seguido
abierta
y ha
aumentado su conocimiento de la verdad revelada.
Pero en mi primer estudio intensivo de seis meses sufrí
un proceso de DESaprendizaje, en el cual descubrí que
las
enseñanzas de
las
iglesias ¡son diametralmente opuestas a la
VERDAD de la Biblia!
A "pedir cacao"
No es este el lugar para hacer un recuento detallado de
mi estudio intensivo de la Biblia ni de mi conversión. Me
había empeñado en demostrar, para gusto
mío,
que "todas
esas iglesias no podían estar equivocadas porque sus enseñan–
zas provenían de la Biblia". El punto esencial aquí es un
hecho muy sencillo: Hallé PRUEBAS IRREFUTABLES de la inspi–
ración divina y de la AUTORIDAD SUPREMA de la Santa Biblia,
tal
como fue escrita originalmente, como la Palabra revelada
de Dios. Incluso, sus aparentes contradicciones se desvane–
cían al analizarlas con mente ecuánime.
Lo más difícil para la mente humana es reconocer que ha
estado equivocada, y no fue más fácil para mí que para los
demás. Pero Dios me había llevado, mediante las circunstan–
cias, al punto en que me dispuse a hacerlo.
Para desconcierto y desconsuelo mío, tuve que "pedirle
cacao" a mi esposa respecto de su supuesto "fanatismo". ¡Yo
no quería
creerle! Pero estaba derrotado. Tenía que aceptar
la verdad COMPROBADA, aunque fuera contraria a lo que yo
deseaba creer.