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El misterio de los siglos
Fue humillante tener que reconocer que mi esposa tenía
la razón y que yo había estado equivocado en la discusión más
seria que jamás hubo entre los dos.
Desilusi6n
Para desilusión y asombro mío, descubrí que muchas de
las
enseñanzas y prácticas más conocidas de las iglesias
carecían de fundamento bíblico.
Su origen, como lo demuestra
la historia, fue el paganismo, y así lo habían predicho varias
profecías bíblicas. La extraordinaria e increíble verdad es que
aquellas creencias y prácticas tan arraigadas en la cristiandad
tradicional
¡NO se originaron en
la
Biblia
sino en el paganis–
mo, en el razonamiento y en las tradiciones de los hombres!
Como primer paso, yo había dudado de la existencia de
Dios. Había buscado pruebas y éstas me demostraron que sí
existe, que la Santa Biblia es su revelación inspirada y su
instrucción para
la
humanidad. Aprendí que a lo que uno
OBEDECE, este es su Dios. La palabra
Señor
significa AMO:
¡aquel a quien SE OBEDECE! La mayoría de las personas, según
descubrí, obedecen a dioses
falsos
y se rebelan contra el único
CREADOR verdadero quien es el GoBERNANTE supremo del
universo.
El punto de discusión era la OBEDIENCIA a Dios.
Al abrir los ojos y ver la VERDAD, llegué a una encrucijada
en mi vida. Aceptar esa verdad significaba asociarme con
gente humilde y sin pretensiones, gente que yo había conside–
rado como mis inferiores. Significaba apartarme de los gran–
des, los poderosos y los ricos de este mundo y abandonar
todas mis aspiraciones en este sentido. Era el golpe de gracia
a
la
VANIDAD. ¡Significaba un
cambio total de vida!
Una batalla de vida o muerte
Significaba un ARREPENTIMIENTO verdadero, pues ahora
comprendía que había estado quebrantando la ley de Dios.
Había estado rebelándome contra Él en muchas maneras, no
sólo quebrantando el mandamiento de guardar el sábado
como día de reposo. Ahora tendría que dar media vuelta y
seguir el CAMINO DE Dios, el camino de su Biblia. Tendría que
vivir por cada palabra de
la
Biblia y no por los rumbos de la
sociedad ni por los deseos de la carne y la vanidad.