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La revelación de los siete misterios
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Se trataba de escoger un RUMBO que había de seguir por
el resto de mi vida. Ciertamente, ¡estaba en una ENCRUCIJADA!
Pero había sido derrotado. Lo había hecho Dios ...
aunque en ese momento yo no lo veía así. Los reveses en mi
negocio, los fracasos repetidos, habían destruido toda mi
confianza. Estaba quebrantado de espíritu. Mi
yo
no quería
morir. Quería levantarse de la ignominia y la derrota y
lanzarse nuevamente por el ancho CAMINO de este mundo, el
camino de la vanidad.
Yo había sido parte de este mundo. No sabía entonces
que este mundo no es de Dios sino de Satanás. Llegué a
comprender que aceptar la verdad de Dios significaba recha–
zar y abandonar los caminos de este mundo, y en gran medida
abandonar a mis amigos y conocidos en este mundo. Renun–
ciar al mundo con sus caminos, intereses y placeres era como
morir. Y yo no quería morir. Creo que una de las pruebas más
difíciles que debe afrontar todo aquel que es llamado por Dios
es renunciar a este mundo y dejar de ser parte de él. Mas
ahora yo sabía que ese camino era EQUIVOCADO. Sabía que su
pena final era
la
MUERTE, ¡pero no quería morir todavía!
Fue una verdadera lucha por la VIDA, una batalla de vida
o muerte. Al final, la perdí, como había perdido todas las
batallas mundanas en los últimos años.
Desesperado, apelé a la misericordia de Dios. Si de algo
le servía mi vida, era suya. No se la entregaba en un suicidio
ñsico sino como un sacrificio
vivo
para que la utilizara según
su voluntad. Ya no valía nada para mí. Me consideraba poco
menos que chatarra inútil, un desecho humano que no mere–
cía estar siquiera entre los escombros.
Jesucristo había comprado mi vida con su muerte. Real–
mente le
pertenecía
a Él. Y ahora ¡yo se la estaba entregan–
do!
Desde ese momento, mi vida derrotada e inútil seria
de
Dios.
No me parecía que a Él le pudiera servir para nada,
pero era suya para que la utilizara como instrumento suyo si
así lo deseaba.
Alegria en la derrota
Esta entrega a Dios, este ARREPENTIMIENTO, este RENUN–
CIAR al mundo, a los amigos y conocidos, a
todo,
fue el trago