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EL DECIMO MANDAMIENTO
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humanos,
el castigo por su violación es absolutamente
INFALIBLE.
La generación actual, como ninguna otra, necesita
entender
y
aplicar
este mandamiento en su vida personal y social.
"N
O CODICIARÁS LA CASA DE TU PRÓJIMO, NO CODICIARÁS LA
MUJER DE TU PRÓJIMO, NI SU SIERVO, NI SU CRIADA, NI SU BUEY, NI
SU ASNO, NI COSA ALGUNA DE TU PRÓJIMO"
(Exodo 20:17).
De todos los mandamientos, el décimo se refiere más específi–
camente a las relaciones del hombre con el hombre.
La fuerza del mandamiento yace en estas palabras: "de tu
prójimo ... de tu prójimo ... su ... su ... su ... su ... tu prójimo."
Este es un
séptuplo
que protege los intereses del prójimo.
No es malo desear lícitamente una esposa, o un sirviente, o un
buey o un asno. Pero cuando el objeto admirado está legítima–
mente fuera del alcance de quien lo admira, la admiración trans–
formada en
deseo
de
posesión,
quebranta el mandamiento.
Aunque este mandamiento trata más obviamente con relacio–
nes humanas y fisicas, el
requisito espiritual del mismo
es en
ciertas maneras más rígido que cualquiera de los que le han prece–
dido. Este mandamiento regula hasta los pensamientos de la
mente y el corazón del hombre.
Los más de los hombres miran el pecado como algo
exterior
o
de tipo físico.
No se dan cuenta de que el
CARÁCTER
justo y santo
que Dios se propone formar en nosotros demanda que aun nues–
tros
pensamientos
sean purificados del todo hasta llegar a pensar
como Dios piensa.
La
acción
va seguida del pensamiento. Usted es lo que
usted
piensa.
Si usted secretamente rechaza las normas de Dios y sus cami–
nos, si en su corazón codicia algo que no puede ni habrá de llegar a
poseer legítimamente con su bendición, entonces - tarde que
temprano -esta rebelión mental exteriorizará el
PECADO.
Luego
las acciones prodecerán a
contender contra Dios
y
a desafiarlo
-
a
quebrantar su Ley - porque eso es lo que los
pensamientos
han
venido haciendo desde un principio.
Este mandamiento penetra toda la "cristiandad superficial" y
revela si en verdad el individuo ha rendido su
VOLUNTAD
a su
Hacedor. Es un principio escudriñador e imponente. Pero es un
mandamiento que usted debe aprender a
OBEDECER
si alguna vez
ha de recibir
vida eterna
y
gloria
en el reino de Dios.
Obviamente - cuando
toda
la eternidad está implicada -