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EL SEGUNDO MANDAMIENTO
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leyes, sus caminos, su futuro gobierno que ya muy en breve se
establecerá sobre la Tierra- todo, es olvidado durante esta tem–
porada de humanos regocijos. En lugar de la descripción verdadera
del Cristo
VIVIENTE,
cuya faz resplandece como el Sol en
TODA
su
FUERZA,
y que a la diestra de Dios, aguarda la hora de volver a la
Tierra para someterla al orden y
GOBERNARLA
con vara de hierro,
los participantes en las celebraciones navideñas se quedan con la
imagen y la idea de un indefenso niñito en los brazos de su madre.
Es, pues, evidente que tales festivales de invención humana,
dan una falsa idea del Dios Todopoderoso.
Adorando sistemas e instituciones
Una de las formas más comunes de idolatría moderna es el
hacer de su iglesia o su sociedad, un ídolo. Para muchas personas,
la
sociedad
de este mundo, sus dictados, costumbres y tradiciones,
se constituyen en un "dios" literal. Muchos individuos temen, con
verdadero pánico, hacer cualquier cosa que pueda señalarlos como
diferentes o "raros". Creen que tienen que
CONFORMARSE
a este
mundo y sus caminos.
Pero Dios ordena: "No os
conforméis
a este siglo; sino trans–
formaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento ..."
(Romanos 12:2). Este mandamiento debe parecer muy difícil de
obedecer a aquéllos que creen que otros individuos son rectos en lo
que piensan, hacen y practican.
La Biblia indica que muchas gentes en los días de Cristo
FALLARON
miserablemente en lo que respecta a su adoración,
"Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de
Dios" (Juan 12:43). Si usted ciegamente
obedece
los dictados de su
familia, su iglesia o sociedad, en lugar de los directos mandamien–
tos de Dios, es culpable de
IDOLATRÍA.
¡Ese grupo o institución
viene a ser un
ÍDOLO
puesto en el
lugar
del verdadero Dios!
Aun la forma en que se conduce un servicio religioso puede ser
muy peligroso. Debemos cuidarnos de no poner énfasis en la com–
placencia de los sentidos fiSicos humanos, porque esto nos aleja por
completo de la adoración a Dios
uen Espíritu".
La Biblia directamente nos advierte que los hombres de nues–
tros días tendrían "la forma de la piedad, más negando el poder de
ella", o como mejor lo rinde la Versión Popular, "Seguirán muy
bien las apariencias de la religión, pero negarán su poder [su
espíritu] verdadero" (2 Timoteo 3:5).