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LOS DIEZ MANDAMIENTOS
cio de tiempo para reposo y adoración a El. Si usted se apropia ese
día para sus propios negocios y placeres, le está
ROBANDO
a Dios -
y es culpable como cualquier ladrón que viola el octavo manda–
miento. También está "codiciando" el tiempo que no le pertenece,
porque es de Dios, lo cual es quebrantar el décimo mandamiento.
Y ciertamente que está poniendo algo delante del verdadero Dios,
convirtiéndose por lo tanto, en un
INFRACTOR
del primer manda–
miento. Sin pasar por alto que quebranta además el quinto manda–
miento porque deshonra y desobedece a su Padre espiritual que se
halla en el cielo.
Y a pesar de los necios, y a menudo contradictorios argumen–
tos de los hombres, cuyas mentes carnales les impiden discernir las
cosas espirituales, si usted no guarda el sábado,
QUEBRANTA
el
cuarto mandamiento- el mandamiento "prueba"- que Dios ha
establecido como una
SEÑAL
de identidad entre El y su pueblo
para siempre - que apunta hacia El como Creador y Gobernador
de todo, y que mantiene a quienes obedecen esta "señal" dada por
El en la debida armonía o afinidad con el Dios verdadero.
En esta era materialista de "modernismos" y
confusión reli–
giosa,
de
crimen
y
violencia,
y de constante amenaza de
guerra
y
aniquilación humana, necesitamos más que en ninguna otra época
de la historia,
OBEDECER
el cuarto mandamiento del Todopode–
roso. Necesitamos guardar santo y sagrado el séptimo día que Dios
hizo santo. Más que los individuos de cualquier otra era, nosotros
necesitamos, desesperadamente, este
TIEMPO
santificado para
poder, como ya fue sugerido, "re-valorar el significado de la vida".
El séptimo día, y sólo ese día es el espacio de tiempo ordenado
y bendecido para descanso, adoración y contemplación de las cla–
ves vitales que se requieren para entender el
SIGNIFICADO
de la
vida.
Propiamente entendido y propiamente observado, el cuarto
mandamiento - el sábado santo de Dios - es una de las más
grandes
BENDICIONES
que el Creador haya otorgado a los hijos de
los hombres! Es una
SEÑAL
de identificación entre el hombre y el
verdadero Dios. Recuérdelo - ¡guárdelo santo!