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EL QUINTO MANDAMIENTO
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sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?"
(Lucas 2:49). Indudablemente Jesús dio especial énfasis a algunas
de estas palabras. "¿Acaso no sabías
TÚ,
madre- tú que siempre
me has enseñado acerca de Dios - que yo debo ocuparme en lo
concerniente a sus negocios?"
Sín duda que hubo luego una mutua y especial comprensión
entre ellos cuando Jesús, mirando a José y a María les dijo: "En los
negocios de mi Padre me es necesario estar". Para la fecha ya hacía
largo tiempo que había ocurrido su sobrenatural concepción y
nacimiento, y probablemente Jesús gentilmente les recordó a sus
guardianes humanos que El entendía plenamente más de lo que
ellos pensaban, la naturaleza de su nacimiento y que su verdadero
Padre era Dios que se hallaba en los cielos.
Honra hasta el fin
Pero aunque cortésmente les hizo recordar todo esto, "descen–
dió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos" (versí–
culo 51). De manera que Jesús continuó
respetando
y
OBEDECIENDO
a sus padres humanos mientras maduraba flsica–
mente y se preparaba para la misión divina que a nombre de su
Padre celestial habría de cumplir.
Aún en su agonía, cuando fue expuesto a la más cruel de las
muertes jamás ideada por el hombre, Jesús
HONRÓ
y amó a su
madre hasta el fin.
Poco antes de expirar en el madero, Juan consigna: "Cuando
vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba
presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al
discípulo: He ahí tu madre, y desde aquella hora el discípulo la
recibió en su casa" (Juan 19:26-27, Versión Moderna).
Jesús cuidó de que su madre quedara al amparo de Juan
después de su muerte. En momentos tan diflciles como ese, cuando
el hombre generalmente piensa en el yo, Jesús todavía hizo memo–
ria del quinto mandamiento y extendió su
amor
y
honra
a la
mujer que lo llevó en su seno, que lo alimentó desde
la
tierna
infancia, que le instruyó en las Escrituras, y que ahora de pie en
aquel espantoso sitio - estoica y digna - lloraba la inevitable
muerte de su Hijo.
¡RECORDEMOS
siempre este
ejemplo perfecto
de Jesucristo!
"Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen
en la tierra que el Eterno tu Dios te da".