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El OCTAVO MANDAMIENTO
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La proclamación del octavo mandamiento
Después de que el Omnipotente tronó desde la cumbre del
Monte Sinaí los mandamientos que ordenan la auténtica venera–
ción que a El se le debe rendir, y las leyes que protegen las más
sagradas relaciones humanas - el hogar, la familia, y la vída
humana en sí, entregó el
octavo mandamiento,
o sea la
ley
divína
que protege toda clase de propiedad privada y las posesiones: "No
HURTARÁS" (Exodo 20:15).
Debido a que los hombres no piensan que el Dios Creador de
este mandamiento es REAL - no
temen
desobedecer su Ley -
tenemos más hurtos que nunca. Pero también víolamos el octavo
mandamiento en
centenares
de formas mediante un "desustan–
ciado" sistema de moralidad.
Después de discutir sobre algún víl ardid para timar a sus
competidores o a la clientela, los ejecutivos se encogen de hombros
y dicen: "Bueno, eso es
meramente cuestión de negocios".
O, tras de cometer algún fraude relacionado con medidas
falsas, mala calidad o anuncios desorientadores, el hombre de
negocios dirá: "¿Qué tiene de malo? De todas maneras si yo no lo
hago, alguien más lo hará".
Cuando se defrauda al gobierno o se falsifican los informes del
impuesto sobre la renta, la frase común para acallar la conciencia
de uno es: "Que ahora le toque sudar al gobierno. De cualquier
manera nos quita mucho dinero. ¿Qué importa si en esta ocasión
no declaramos todas nuestras entradas?"
Sí, ¿QUÉ IMPORTA? ¿Acaso también eso es "simple cuestión de
negocios"?
Así es en efecto, pero esos son también
negocios
de DIOs- y
El ha puesto en movímiento una LEY declarando: "No hurtarás".
Cuando usted quebranta la LEY de Dios- ésta lo quebranta a
usted. Porque las leyes de Dios son cosas vívíentes, movíentes
como la
ley de la gravedad.
Cuando usted las quebranta, el castigo
es
automático
-
y CERTERO.
El derecho de propiedad
De acuerdo con la Palabra de Dios y su Ley, solamente hay
dos
caminos rectos mediante los cuales usted puede llegar a ser
poseedor de algo.
El primero es mediante una
dádiva gratuita
de otra persona,