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LOS DIEZ MANDAMIENTOS
Hurto mediante publicidad falsa
Uno de los grandes PECADOS comerciales de nuestra era es la
práctica común del anuncio
falso.
Al consumidor se le hace creer
que cierta "pastilla", por ejemplo, le hará perder peso, aumentar
peso, ganar virilidad, evitar la calvicie, etc., etc. Y, en la mayoría de
los casos lo que se asegura es una directa e intencional MENTIRA.
Semejante práctica es, en efecto, ROBAR a la gente que paga su
dinero con la esperanza de lograr los resultados prometidos.
En muchos casos las víctimas de estos gigantescos fraudes no
solamente se ven despojadas de su dinero, sino de su
salud,
su
felicidad
y la
paz mental.
Muchos "respetables" hombres de nego–
cio y líderes de la comunidad han logrado la posición que tienen
principalmente por medio de este tipo de
engaño en masa
y
robo.
¡Ya es tiempo de que nuestras naciones y pueblos DESPIERTEN a
la realidad! Aunque al pecado se le puede dar la apariencia exterior
de "respetable", recordemos que DIOs es el
verdadero
JuEz.
El Omnipotente dice: "¿No sabéis que los injustos no poseerán
el reino de Dios? No erréis que ni los fornicarios ... ni los ladro–
nes ... heredarán el reino de Dios" (1 Co. 6:9-10).
Para que ninguno mal entienda, cabe recordar aquí, que la
voluntad
de Dios es que sus siervos
prosperen
en bienes materiales
- siempre y cuando los ganen
honradamente,
y no
pongan todo
su corazón en ello.
El apóstol Juan escribió: "Amado, yo deseo que
tú seas
prosperado
en todas las cosas, y que tengas
salud,
así como
tu alma esté en prosperidad" (3 Juan 2).
Riqueza manchada
Sin embargo, también debemos saber que cuando la riqueza
del industrial llega a empañarse por un innecesariamente elevado
saldo de muertes en sus plantas o fábricas, se convierte en ganan–
cia mal habida - ¡y a la luz de la ley de Dios tal hombre aparece
como un LADRÓN, si no es que un criminal!
El principio que encierra el octavo mandamiento se quebranta
vez tras vez en las relaciones del
capital
y el
trabajo.
El apóstol
Santiago fue inspirado para amonestar al patrón deshonesto con
estas palabras: "He aquí, el jornal de los obreros ... el cual por
engaño no les ha sido pagado de vosotros, clama; y los clamo–
res ... han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos" (San–
tiago 5:4).