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El pacto davídico
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ofrenda, y que haga sacrificio todos los días". Esto
no
quiere
decir que se habrán ofrecido sacrificios durante todos estos
años anteriores a la venida de Jesucristo. Otras escrituras
demuestran claramente que los cristianos no deben ofrecer
sacrificios una vez cumplido el sacrificio de Cristo, y que
tampoco fueron ofrecidos por los judíos después de la
destrucción del templo en el año 70
D.c.
Pero otras profecías
anteriores demuestran igualmente que los descendientes de
David reinarían en el trono de David durante todas las
generaciones, comenzando por Salomón.
Es posible que muchos, si no la mayoría, de los
llamados al verdadero ministerio de Jesucristo durante
todos estos siglos hayan sido de la tribu de Leví, puesto que
muchos de los levitas se quedaron entre las 10 tribus
(aunque sabemos que muchos otros permanecieron entre los
judíos). Los levitas
perdieron así su identidad
junto con las
10 tribus.
Notemos ahora la
obligatoriedad
del pacto de Dios con
David: "Así dice el Eterno: Si podéis invalidar mi pacto con el
día y mi pacto con la noche, de tal manera que no haya día ni
noche a su tiempo, entonces podrá también invalidarse mi
pacto con mi siervo David, para que le falte un hijo que reine
sobre su trono ..." (Jeremías 33:20-21).
Lo que dice la gente
Continuemos: "¿No has echado de ver lo que habla este
pueblo, diciendo: Las dos familias que el Eterno había
escogido, las ha desechado? Y han tenido en poco a mi pueblo,
hasta no tenerlo más por nación" (versículo 24).
Esto es lo que la
gente
ha estado diciendo, tal como lo fue
profetizado. Dicen que los judíos fueron esparcidos entre
todas las naciones, que son
individuos
dispersos, que ya no
forman una nación con gobierno propio. Así lo han sostenido
los mismos judíos y así ha dicho todo el mundo. Pero, ¿qué ha
dicho Dios?
El siguiente versículo nos dice: "Pues bien, dice así el
Eterno: Si no permanece mi pacto con el día y la noche, si yo
no he puesto las leyes del cielo y la tierra, también desecharé
la descendencia de Jacob, y de David mi siervo, para no tomar
de su descendencia quien sea señor sobre
la
posteridad de