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La mente humana
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y la resurrección, a la que Job llamó "liberación", en el reino
de Dios.
Consideremos nuevamente el versículo de Isaías al que
nos referimos antes: "Ahora pues, Eterno, tú eres nuestro
padre; nosotros barro, y tú el que nos formaste; así que obra de
tus manos somos todos nosotros" (Isaías 64:8).
Si estuviésemos compuestos de espíritu, una vez que
pecásemos
(lo cual todos hemos hecho) Dios no hubiera
podido configurarnos, cambiarnos ni desarrollar su carácter
en nosotros. "¿Dirá el barro al que lo labra: ¿Qué haces?; o tu
obra: No tiene manos?" (lsaías 45:9).
Otro pasaje bíblico que con frecuencia se mal interpreta y
se aplica erróneamente dice: "Por gracia sois salvos por medio
de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por
obras ..." (Efesios 2:8-9). Nosotros no
ganamos
ni
merecemos
la salvación como resultado de nuestras buenas obras. Pero
cuando la recibamos como un DON de Dios,
el grado de
recompensa
nos será otorgado conforme a nuestras "obras"
(Mateo 16:27). Esas obras son las que realizamos al vivir según
las normas divinas, desarrollando el carácter santo y justo.
Leamos ahora el resto del pasaje en cuestión, parte que
casi siempre es omitida, intencionalmente, por los que
confunden a la gente con relación a este punto: " ... no por
obras ..." ¿PoR QUÉ? "... para que nadie se gloríe. Porque
somos
HECHURA SUYA,
creados en Cristo Jesús PARA
BUENAS OBRAS, las cuales Dios preparó de antemano para que
anduviésemos en ellas" (Efesios 2:9-10).
Hemos tratado de hacer hincapié en el hecho de que es
preciso que entremos en contacto con Dios, y que El es
nuestro alfarero o escultor quien,
A MEDIDA QUE NOSO–
TROS AS! LO DESEAMOS Y NOS SUJETAMOS A SU
VOLUNTAD,
diseña, modela y configura nuestras vidas y
nuestro carácter según la IMAGEN de su CARÁCTER.
El carácter divino, como ya explicamos, no puede ser
creado en nosotros en forma instantánea por mandato de
Dios, sino que es algo que se tiene que desarrollar gradual–
mente. Nosotros, por nuestra parte, tenemos que ceder a la
voluntad de Dios; es necesario que deseemos el carácter divino
y que nos esforcemos por
d~sarrollarlo.
Con todo, el carácter
procede de Dios. Por consiguiente, si nos mantenemos en