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El maravilloso mundo de mañana
Sin embargo, de la misma manera que Dios se sirvió del
espíritu de Ciro como medio para transmitir a su mente la
intención de promulgar el decreto, Satanás transmite (difun–
de) por el aire actitudes, impulsos, deseos de vanidad, codicia,
lascivia, celos
y
envidia, competencia
y
rebelión contra la
autoridad.
La longitud de onda de Satanés
El espíritu de todo ser humano está automáticamente
sintonizado en la onda de Satanás, aun después de que una
persona se ha convertido. El espíritu humano de Jesús
también estaba expuesto a la longitud de onda de Satanás. No
obstante, Jesucristo, por medio del Espíritu Santo de Dios,
estaba en sintonía con Dios. Por eso rechazaba instantánea–
mente cualquier tentación de vanidad, egoísmo u hostilidad
hacia Dios. Lo mismo pueden
y
deben hacer los cristianos
convertidos.
Satanás no tiene poder de coacción. No puede forzar la
mente humana a que se someta a la actitud que él difunde
y
trata de inculcar. Todo ser humano tiene la facultad de elegir
y
es responsable de sus actitudes, decisiones
y
acciones.
Satanás no "difunde" palabras sino actitudes, ¡actitudes que
erróneamente llamamos "naturaleza humana"!
La mente humana no nace con las actitudes hostiles
y
egocéntricas de Satanás. Tampoco el ser humano nace con la
naturaleza divina que un cristiano verdaderamente converti–
do puede adquirir. Sin embargo,
tan
pronto como un niño
empieza a ejercitar su cerebro, por el proceso del pensamiento,
la difusión satánica de la actitud egocéntrica empieza a
penetrar en él por medio de su espíritu humano. Jesucristo ha
sido el único que ha tenido la medida total del Espíritu Santo
desde su nacimiento como ser humano. No obstante, fue
tentado en todo como lo somos nosotros, pero jamás cedió
(Hebreos 4:15).
Puesto que la mente normal de todo niño· empieza desde
su más tierna infancia a recibir los impulsos que lo incitan a
aceptar las actitudes de Satanás, si éstas no son contrarresta–
das por la enseñanza e influencia positiva de los padres, el
niño empezará a aceptar automáticamente estas actitudes
carnales, las cuales se convierten en algo habitual
y,
por el