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¿Qué es
FE?
dará a usted el amor que hará posible el cumplimiento de
la ley. Y así, ¡alabado sea su bendito nombre!- por medio
de la fe, y el don del Espíritu Santo de Dios - el hombre
puede guardar los mandamientos. Y a quienquiera que ose
afirmar diferente, Dios le llama mentiroso (1 Juan 2:4).
Aquel que en verdad guarda los mandamientos es
apremiado a confiar en que Dios hace posible la obedien–
cia. ¡Y de esta manera la fe no anula, sino
confirma
la ley,
porque el cumplir la ley demanda fe!
En el libro de Daniel encontramos un conmovedor
ejemplo de esta eterna verdad. Nos dice el relato sagrado
que Nabucodonosor, rey de Babilonia, tuvo a bien erigir
una gran estatua de oro.
"Y el pregonero anunciaba en alta voz: Mándase a
vosotros, oh pueblos, naciones y lenguas, que al oir el son
de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa ... y de
todo instrumento de música, os postréis y adoréis la esta–
tua de oro que el rey Nabucodonosor ha levantado"
(Daniel 3:4-5) "y cualquiera que no se postre y adore,
inmediatamente será echado dentro de un horno de fuego
ardiendo" (versículo 6).
Los encargados de los asuntos de la provincia de Babi–
lonia eran tres jóvenes judíos amigos de Daniel, que res–
pondían a los nombres de Mesac, Sadrac y Abed-nego.
Estos jóvenes sabían que uno de los mandamientos de la
ley espiritual de Dios prohibe la adoración de imágenes.
De haber estado usted en lugar de ellos, ¿qué habría
hecho? Quizás su primer pensamiento hubiera sido: "Ten–
dré que inclinarme ante esta imagen, pues de no hacerlo,
perderé la vida". Y tal vez se hubiese excusado alegando:
"Creo que Dios no sería justo si me castigara por esto, pues
El sabe que por la fuerza se me obliga a hacerlo. Además,
El nos manda someternos a las autoridades superiores". Sí,
es fácil alegar razones para excusar la desobediencia a
Dios. Pero nuestro Creador no está buscando la oportuni–
dad de castigarnos, sino todo lo contrario: ¡busca la opor–
tunidad de salvarnos por fe! Salvarnos de la locura del
pecado y la triste consecuencia que nuestros propios actos
imponen. Segaremos según sembremos. La ley de Dios fue
hecha con la intención de
resguardarnos
del sufrimiento.